domingo, 25 de octubre de 2009

it's gonna be hard

Leyendo el poema 20 de Neruda hay un verso que dice así:
"Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido."

Ésta, mi querido lector, creo que es la clave en las relaciones afectuosas entre las personas, y me lleva a pensar que entronca en la reflexión con este otro texto que he podido salvar haciendo un poco de arqueología en un ordenador:

Tenían una de esas historias des-complicadas. Cada uno vivía en su casa, aunque bastantes noches una de las camas se quedaba vacía. Habían creado la situación perfecta. Ninguno supo como pasó, pero ya no se llamaron. Y así cada cama volvió a tener su propio y único huésped.
Un día, mientras cocinaba, él la recordó, se acordó de como el primer día que durmieron juntos le preparó un rico plato exótico al mediodía siguiente y que luego pasaran el día entero juntos conversado, mirándose y besándose como si se conocieran de hace tiempo y no sólo de unos días, dejando una sensación de feliz embriaguez emocional. Entonces reflexionó para sus adentros: “Hay veces que una historia surge como quién no quiere la cosa, en medio del fango de cosas que le rodean a uno. Luego la historia empieza a interesarle a uno, a conmoverle. Se implica lo justo, manteniendo las distancias en cuestiones afectivas, por si acaso. Sólo complicidad, por favor. Es el momento sublime. Y cuándo uno se da cuenta que está hasta la médula metido en el deseo de conocer, explorar, sentir, flirtear…es cuándo también se percata que ese interés suscitado ya no está dotado de la empatía y la confluencia de ánimos que antaño. Uno no se hace demasiadas ilusiones con una historia, sabe que es breve, fugaz y marchita (de ahí su encanto) y sin embargo se pregunta cuál fue el momento en el que todo cambió. Y sobre todo, ¿por qué tan deprisa y repentinamente si era tan bueno?”
Otro día ella fue al bar en el que le conoció, y no pudiendo evitar recordar las primeras miradas, la atracción surgida a primera vista, la seducción, los primeros besos, los bailes al compás del movimiento del otro -con la sensualidad que desprendía ese acto-, se preguntó: “¿Cómo puede ser que dos personas fluyan y se sigan el ritmo durante un espacio de tiempo parecido al de una estrella fugaz? ¿Cuál será el enigma de que uno se encuentre y des-encuentre con la misma facilidad? ¿Por qué algo sumamente interesante y seductor se pierde entre los días y los meses? ¿Qué queda del arroyo de sensaciones y emociones? ¿Cuál es el punto en el que se bifurca el “dejar pasar” y el “luchar por” algo?”
Pasado algún mes, ella vio a una chica por la calle que llevaba en el pelo una flor idéntica a la que ella le regaló en una de las ocasiones que su cama se quedó vacía. Comprendió todo. Sin embargo no la afectó demasiado, se dirigía a una cita. Mientras conversaba e intercambiaba miradas sugerentes con su nuevo y flamante interlocutor, sabía que después de un par de cañas iba a decidir dejar su cama otra vez a la intemperie del frío. Mientras así sucedía se sonrió y pensó: “Creemos aprender de las historias y vuelta a empezar con el mismo procedimiento. Hay un cambio de escenario y quizás de impacto, pero se repiten los lugares comunes de dichos procesos. Uno siempre sabe cómo y cuándo empieza, pero nunca cuándo y cómo termina. Me pregunto si ésta vez lo sabré o lo sabrá, o ambos, o ninguno.”

1 comentario:

  1. en una ocasión una chica me regaló una flor. Esa flor sigue conmigo.

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