viernes, 3 de octubre de 2014

SDF (sans domicile fixe)

Desde que llegué a esta prodigiosa ciudad, a la que en un principio venía de vacances, no he parado de deshacer y volver a hacer mi maleta. Iba aceptando la generosísima hospitalidad de varios amigos y así he tenido la oportunidad de conocer diferentes colonias y de "hacer vida" en ellas. En algunos casos se ha tratado de unos días, otros casos han sido de varias semanas y otros incluso algunos meses. He tenido la suerte de haber recorrido más o menos un eje centro/poniente - sur que abarca desde la Roma Norte, la del Valle Norte hacia Letrán Valle y Cuemanco para regresar a la Condesa y de ahí a la Nápoles luego a la Juárez, luego a la Escandón para terminar en la Roma Sur.

La cuestión es que siempre llega la fecha en la que acordamos mi partida y es el momento en el cuál vuelvo a empacar mis pertenencias, que por cierto, por alguna extraña razón van aumentando sin ser yo consciente de haber hecho nuevas adquisiciones, y arribar en mi nueva estancia. De sentirme una extraña el primer día y después adaptarme a la perfección al entorno. De conocer las nuevas ventajas y de asumir las nuevas desventajas. De ser consciente de la temporalidad y no obstante "sentirme como en casa". De aprender a tolerar, respetar e incluso mimetizarme con las costumbres del nuevo hogar temporal.

Llevo así unos buenos 8 meses y ahora se me plantea la opción de tener un espacio propio: mi recámara en un departamento compartido. La idea me da pavor. Yo, que me la he pasado viajando toda la vida, nunca viviendo más de cuatro años seguidos en ningún sitio comprendiendo países tan dispares como España, Indonesia, Egipto, Venezuela, Alemania, Dinamarca, Libia y México y que ahora me la he pasado mudándome en el propio DF varias veces, siento como que ahora tengo que "asentarme" encima de mi montañita de cosas. Y no, parece que ahora prefiero tener lo justo, que quepa en una maleta, para ir cambiando de escenario, en el que yo solamente juego un papel secundario y en el que apenas dejaré rastro. Al menos este se irá diluyendo rápidamente y las paredes, la cama, la cocina, los utensilios, la ducha etc. olvidarán bien pronto quién fue esa inquilina temporal. El suelo será barrido, la mesa limpiada, los platos fregados, las sábanas lavadas, las alcobas ventiladas y así mi huella desaparecida.