miércoles, 14 de abril de 2010

I want to be desired, she want's to be admired

A veces se confunde un beso con un derecho a exigir que mi gato no pueda dormir en la cama que puntualmente compartimos. Este es el caso contrario al de las exigencias. Todo empezó por ir al concierto de los Red Hot Chili Peppers. Entre la maraña de gente cruzamos unas cuantas miradas decisivas, nuestras manos se agarraron fuertemente y acabamos sellando nuestros labios. Fueron unos besos tiernos y tímidos pero muy seductores. No intercambiamos ni una sola palabra y nos despedimos con los ojos. Fortuitamente años más tarde asistí a un evento cultural y confundí el color de los pantalones de la presentadora. Siempre he pensado que eran rojos, como el color intenso natural de sus labios. Unas miradas y una pregunta intelectual bastaron de nuevo para que no mareáramos la perdiz a cerca de algo que ambos deseábamos. Era una chica directa, sin rodeos y sus besos anunciaban sensualidad. Después le dejé un libro, para que lo leyera y así tuviera una razón para volver a verla. Ella me dejó otro en nuestra siguiente cita. Así seguimos penduleando. En una ocasión, en una fiesta en casa de amigos comunes, fantaseamos con echar un polvo metafísico y dicho y hecho. La noche era otro de nuestros lugares comunes. Nos encontrábamos como Oliveira y la Maga por los garitos nocturnos madrileños. En aquella época dormí casi siempre acompañado por el calor que desprendía su afecto. Entre nuestras piernas se encontraba el paraíso y la atracción se volvió escandalosa. Me encantó la letra de sus notas matutinas. Su inexistente noción del tiempo me fascinaba y que pudiéramos pasar el día juntos entre la cocina, el sofá y la cama sin obligaciones que llamaran a la puerta del universo que construíamos cada vez. Era vivaz, original y siempre capaz de sorprenderme. Me derretía el carmín sobre los labios, me invitó a comer a la embajada indonesia, me pintó todo el cuerpo de colores, accedió a que una noche fuera mi señorita de alterne, hicimos impensadamente juntos una parte del Camino de Santiago tumbándonos en las praderas y no dejando dormir al de la litera de debajo, quedábamos arrebatados por cierta película, asistíamos a conferencias bizarras, asaltábamos portales y en una ocasión nos encerramos en el baño de un local para bautizarnos y la besé todo el cuerpo diciéndole que era un ángel de la guarda. Toda apariencia desaparecía entre sus abrazos. Me parecía que en las cuestiones del afecto, lo mejor era cuándo no había confianza. Como mucho complicidad. Sin embargo el deseo es cambiante, fugaz e impredecible y sus causas son mágicamente inescrutables. Y un día ella pasó a ser un fantasma que de vez en cuándo pulula por mi cabeza mientras veo una película romántica abrazado a mi novia. Ahora no sé si alguna vez la quise, pero ella quiso ser admirada y desde luego que la admiré y nunca sabré si me quiso, pero yo quise ser deseado y desde luego que ella me deseó.