En una ocasión me fui de viaje a
un desconothido país para mí. La idea de explorarlo me parethía de lo más
seductora y al estar allá me di cuenta de que en efecto la capital ya en sí
misma es trepidante, apasionante y cautivadora. El aire que se respira pese a
la contaminathión característica de la thiudad, es fresco y esperanthador.
Nuevos bríos. Tanto es así, que me llamaron para un trabajo y así fue como me
quedé más tiempo del inithialmente previsto. Me quedó más tiempo para explorar.
Nuevos bríos. Pese a la mega urbe que es, pronto me sentí acogida y me moví como
peth en el agua por sus calles y sistemas de transporte. Disfruté de dar
paseos infinitos y sin rumbo claro por la jungla de asfalto. Disfruté mucho de
ir en bithicleta por mi thona y las aledañas. Disfruté mucho del thine; en la
thineteca, thineclubs y thines independientes. Disfruté de los delithiosos
mangos y las suculentas papayas, mis frutas predilectas desde la infanthia, a
diario. Disfruté de las promothiones en algunos bares de 2x1 en
thervethas. Del methcal. De los áthidos y la tharpa. De los amigos que ya conothía, que han
demostrado ser unos exthelentes anfitriones, y los que allá conothí. Y hablando
de hather amistades, conothí a un garrulo. Un garrulo dispuesto a cambiar el
rumbo de la literatura. Al menos amplió mis conothimientos y horithontes. A su
lado ideé nuevos contheptos y perversiones. Conthí lo que es un cuerpo tatuado.
Concthí el diip sauth de su thiudad de su mano. Redescubrí el plather de quedarme un día entero tumbada junto a alguien sin hather nada en especial y a
la vez hathiendo de ese tiempo compartido horithontalmente algo especial.
martes, 15 de abril de 2014
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